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lunes, 22 de noviembre de 2010

EL CIENTÍFICO LOCO (el comentario)

Lo escritos después de estos párrafos es la esencia de El Científico Loco de Los Alegres Caminantes. Fue un cortico teatral entre varios basado en el que nos contó uno de nosotros para incluirlo en nuestro primer Programa Cómico-Musical. Su duración era apenas de diez minutos. Fue rebautizado Le Colo Cofiticien, idea tomada de la comiquita El Monstruo Milton en la que el hacedor de Milton se llamaba Colo Tordoc. En las presentaciones utilizábamos indiferentemente un nombre o el otro. La adaptábamos al ambiente, al público, a las situaciones, al momento. Dos versiones contaban en nuestro repertorio: una con pacientes y la parte dos con mujeres bellas.

Siempre fue un trabajo de equipo. Antes de cada puesta las ideas para mejorarla se dejaban saber. Siempre fueron diferentes una de otra. Varias veces amigos y/o público formaban parte del elenco.
Con la primera parte participamos en un festival de teatro, la llamamos Caraota, Arroz y Manteca. Allí ganamos el tercer lugar. Un crítico observó que abusábamos de las morcillas que en teatro son parlamentos improvisados… pero es que ese era uno de sus secretos: toda la obra se basaba en morcillas. Por eso Pepe y el Doctor podían hablar en cualquier momento de filósofos como un Tal de Mileto o el griego Sóbate, podían comentar alguna carencia o queja del lugar.
En Los Alegres Caminantes descubrimos a los verdaderos Pepe y el Doctor. Dos de los integrantes fueron al mismo tiempo creadores y autocreaciones. Les dieron vida, los convirtieron en seres reales. Rudy Reinoso y Antonio Molina hicieron un trabajo excepcional.

EL CIENTIFICO LOCO (la inspiración), LE COLO COFITICIEN (la puesta) y CARAOTA, ARROZ Y MANTECA (el resultado) (I)

Luciendo una raída bata blanca Pepe barre el laboratorio, una bata sólo un poco raída. Murmura para sí el trato explotador que su jefe le brinda. Se queja de la poca y ninguna paga que recibe por su trabajo. Actúa como un gran justiciero que toma a su patrón y lo castiga severamente… En ese instante hace su entrada el doctor. Lleva puesta una raída bata de baño en seda azul, azul como el cielo despejada de una tarde asoleada, sólo un poco raída. Cavila sobre su último descubrimiento-invento. Da saltos imprevistos que denotan su alegría, cayendo de golpe en su trance de pensamientos en voz alta. Una que otra vez realiza algún movimiento o comentario que nada tienen que ver con lo anterior.
Se observan. Sus miradas se cruzan, dan vueltas como gallos dispuestos a la pelea. Reaccionan y el jefe pregunta al subalterno por lo que murmura, pero este se sacude negando cualquier cosa. El científico se le acerca amenazador y con un gran abrazo baila con él por toda la estancia. Pepe le sigue el ritmo y… ¡zas! se separan.
El bata azul le comenta (en una jerigonza inentendible) sobre algún descubrimiento que hizo y que lo llevó a diseñar su gran invento, el que les proporcionará muy pronto inmensos beneficios económicos, fama universal y muchos premios Nobel. El bata blanca salta de alegría, bailan y… le pregunta que cuánto va a ganar, que si le va pagar lo que le debe. El doctor lo recrimina por su avaricia…
Tocan a la puerta y se escucha a un hombre quejándose. Pepe es instado a abrir a la primera víctima… perdón, cliente… este, bueno sí, paciente… entra un hombre con un gran pañuelo que le cubre la mitad del rostro. Se queja a llanto tendido. Les cuenta sus penurias por el insoportable dolor de muelas que le arranca hasta la burla de los perro nocturnos que con sus aullares le hacen coro. Es llevado por el galeno a una silla que tiene preparada. Le consuela con palabras de esperanza, saca cuenta de las ganancias que obtendrá con el tratamiento a aplicar. Toma la silla, se sienta. Una vez cómodo se percata que quien debe estar en ella es el paciente. Se levanta y de un tirón lo sienta.
Ahora sí, el hombre está sentado no tan cómodo como aparenta. El doctor ordena a Pepe que aplique anestesia y este comienza a llamar a Anastasia. Luego de la reprimenda entre buscar y buscar no consigue nada, se mira los pies, se quita el zapato y lo coloca en la nariz del desdichado quien cae de sopetón. Colocan un casco repleto de luces conectado a un maletín que también luce muchas luces. Giradas las instrucciones pertinentes ocurre un apagón total, el casco y el maletín se encienden de manera intermitente, sonidos electrónicos y mecánicos (y otros) se dejan escuchar. Comienza el doctor un estrambótico baila ritual acompañado de extraños conjuros…
Todo vuelve a la normalidad. El ambiente queda silencioso. El individuo se despierta y se levanta. No da crédito a su sentir. El dolor ha desaparecido. Lanza el pañuelo, sus saltos de alegría están fuera de control. Abraza al doctor que se recupera del esfuerzo realizado mientras estira la mano para cobrar la paga… Se escucha un horrible grito. El ayudante llora por un espeluznante dolor de muelas que ha comenzado a acosarle.
El momento es aprovechado por el expaciente para escabullirse. El científico se percata y lo persigue, pero nada hay que hacer, huyó. Se regresa triste y llorón, ignora los quejidos de su compañero de labores quien lo interpela. Cuando le van a responder tocan de nuevo a la puerta. Pepe es enviado a abrir con la promesa de ocuparse de su caso inmediatamente después.
Entra un hombre con un brazo en cabestrillo. Cuenta su historia: desde niño se encuentra en esas condiciones. Todo ocurrió porque le levantó la mano a su mamá en el momento del desayuno, pues ella la tenía sobre el dinero que era para su merienda escolar. En la escuela le habían colocado el armatoste que por más de veinte años llevaba consigo y que hasta le había prohibido bañarse. Nadie lo ha podido curar.
Se realizó el mismo procedimiento que al paciente anterior y el resultado fue similar, ¡hasta en el irse sin pagar!
Con un dolor de muelas y un brazo encogido el ayudante sale a recibir a un nuevo clien… lo siento, paciente, quien resulta ser una mujer embarazada (aquí entre nos, la dama en cuestión es feísima y además, viste horrible)… Bueno, ella les cuenta sus aventuras amorosas y no saber cómo fue que le ocurrió aquello que hizo que su vientre se agrandara. Espera que el doctor pueda traerle sano a su bebé antes del tiempo reglamentario, pues quiere recuperar y conservar cuanto antes su hermosa figura. 

EL CIENTIFICO LOCO (la inspiración), LE COLO COFITICIEN (la puesta) y CARAOTA, ARROZ Y MANTECA (el resultado) (y II)

El científico ha quedado prendado. Todo son atenciones mientras Pepe sufre. Con extrema delicadeza y tratando de tocarla por aquí, por allá, también por… le coloca el casco a su supuesta conquista. El ambiente se oscurece con un fondo romántico que antes no se había escuchado, pero sí los sonidos descritos. Las luces y la danza no faltaron… Vuelta la calma ya no había embarazo. La mujer se vuelve, reclama a su baby. El doctor dando vueltas y vueltas lo busca. Entonces (no lo encontraron) la dama se volvió hacia el científico y sin medir palabras le torció los ojos, se dio media vuelta y en un batir de nalgas se alejó del consultorio.
El enguayabao trata de alcanzarla, le ruega, camina de rodillas y finalmente le pide casi a gritos que le cancele la consulta… Nada…
Entre tanto Pepe aparece, sumado a sus males, con un abultado y enorme vientre, el llanto incontrolable, la mirada perdida y la escoba entre las manos. Su paso amenazador y lento pone en guardia al doctor que trata de tranquilizarlo. Le ofrece infinidad de remuneraciones y compensaciones. Nada detiene el retroceso del científico, se esconde tras las sillas, tras los cuadros, tras los cables, pero la vista de rayos equis del subalterno lo detectan. Ocurre de pronto un aceleramiento en la persecución y ambos desaparecen de escena. Se enciende el equipo electrónico y muy a lo lejos se escuchan algunos golpes esporádicos, solamente algunos, no hay una masacre, pues ambos personajes continuarán trabajando juntos. Como en aquella ocasión cuando el doctor descubrió lo que él llamó sus ingredientes secretos
Les cuento: tomó una gran paila que viene siendo una olla pequeña. Acompañado de su compañero y sacándolos de cualquier parte echaba en un envase humeante su fórmula secreta. Empezó  con piernarina, siguió con brazorina y así sucesivamente con cararina, ojorina, narizina, orejarina, etc. De manera lenta dio inicio a la mezclación con un gran cucharon que no es otra cosa que un cucharón grande. Un parpadeo de luces, humo, una explosión y brotó de la nada una despampanante mujer. Esta de verdad muy bella y elegante, atractivamente vestida.
Ayudante y jefe se volvieron como locos ante semejante monumento. Pepe quería tocarla, pero el doctor se lo impedía porque esa creación era de él. Luego de dimes, te digo y ruegos el científico accedió a crear una para su ayudante, quien con la propuesta prometía condonarle cualquier deuda de sueldos, salarios, prestaciones, vacaciones y todo aquello que…
De nuevo la mezclasón: rodillarina, cabellerarina, bustorina (en este punto Pepe pidió que se le agregara un poquito más), bellezarina, traserorina (en un descuido de su jefe echó un poquito más). El resultado fue otra hermosa mujer. Nuestros amigos enloquecieron una vez más. El ayudante se dispuso a la toma de posesión, pero fue expropiado. El científico tomó a las dos beldades y abrazándolas se alejo porque iba al cine, a bailar, a comer, a… Pepe quedó solo, lloroso, prometiéndole a su jefe ayudarlo en la faena pronta a realizar.
Desconsolado le vino una gran idea que no es otra cosa que una idea grande: haría una para él solito y muy a su gusto. Ya sabía las instrucciones, conocía los ingredientes, todo era fácil: muslorina, manorina, dedorina… En algún punto de la combinación le surgieron dudas. Escuchó muchas voces que le decían: ¡huesorina! ¡ombligorina! ¡perrarina! ¡harina! ¡gelatina! ¡cortina! ¡musolina! ¡espina! (decidió prescindir de este ingrediente por razones comprensibles) ¡tomatina!... Así continuó hasta que consideró que estaba listo.
Siguió con el baile de curar a los enfermos. Esta vez la oscuridad fue más duradera, el humo más asfixiante, la explosión más fuerte… al volver en sí su ropa estaba más destrozada, su rostro ennegrecido. Una horrible figura con rasgos femeninos estaba frente a él. Ella buscó abrazarlo, lo persiguió hasta que lo alcanzó, lo cargo y lo llevaba a la habitación (se imagina uno por la vía que tomó).
El ayudante se lamentaba, lloraba, llamaba al doctor. La oscuridad, música romántica, grillos, sapos y ranas fueron llenando el ambiente y amortiguando las quejas…