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lunes, 22 de noviembre de 2010

EL CIENTIFICO LOCO (la inspiración), LE COLO COFITICIEN (la puesta) y CARAOTA, ARROZ Y MANTECA (el resultado) (I)

Luciendo una raída bata blanca Pepe barre el laboratorio, una bata sólo un poco raída. Murmura para sí el trato explotador que su jefe le brinda. Se queja de la poca y ninguna paga que recibe por su trabajo. Actúa como un gran justiciero que toma a su patrón y lo castiga severamente… En ese instante hace su entrada el doctor. Lleva puesta una raída bata de baño en seda azul, azul como el cielo despejada de una tarde asoleada, sólo un poco raída. Cavila sobre su último descubrimiento-invento. Da saltos imprevistos que denotan su alegría, cayendo de golpe en su trance de pensamientos en voz alta. Una que otra vez realiza algún movimiento o comentario que nada tienen que ver con lo anterior.
Se observan. Sus miradas se cruzan, dan vueltas como gallos dispuestos a la pelea. Reaccionan y el jefe pregunta al subalterno por lo que murmura, pero este se sacude negando cualquier cosa. El científico se le acerca amenazador y con un gran abrazo baila con él por toda la estancia. Pepe le sigue el ritmo y… ¡zas! se separan.
El bata azul le comenta (en una jerigonza inentendible) sobre algún descubrimiento que hizo y que lo llevó a diseñar su gran invento, el que les proporcionará muy pronto inmensos beneficios económicos, fama universal y muchos premios Nobel. El bata blanca salta de alegría, bailan y… le pregunta que cuánto va a ganar, que si le va pagar lo que le debe. El doctor lo recrimina por su avaricia…
Tocan a la puerta y se escucha a un hombre quejándose. Pepe es instado a abrir a la primera víctima… perdón, cliente… este, bueno sí, paciente… entra un hombre con un gran pañuelo que le cubre la mitad del rostro. Se queja a llanto tendido. Les cuenta sus penurias por el insoportable dolor de muelas que le arranca hasta la burla de los perro nocturnos que con sus aullares le hacen coro. Es llevado por el galeno a una silla que tiene preparada. Le consuela con palabras de esperanza, saca cuenta de las ganancias que obtendrá con el tratamiento a aplicar. Toma la silla, se sienta. Una vez cómodo se percata que quien debe estar en ella es el paciente. Se levanta y de un tirón lo sienta.
Ahora sí, el hombre está sentado no tan cómodo como aparenta. El doctor ordena a Pepe que aplique anestesia y este comienza a llamar a Anastasia. Luego de la reprimenda entre buscar y buscar no consigue nada, se mira los pies, se quita el zapato y lo coloca en la nariz del desdichado quien cae de sopetón. Colocan un casco repleto de luces conectado a un maletín que también luce muchas luces. Giradas las instrucciones pertinentes ocurre un apagón total, el casco y el maletín se encienden de manera intermitente, sonidos electrónicos y mecánicos (y otros) se dejan escuchar. Comienza el doctor un estrambótico baila ritual acompañado de extraños conjuros…
Todo vuelve a la normalidad. El ambiente queda silencioso. El individuo se despierta y se levanta. No da crédito a su sentir. El dolor ha desaparecido. Lanza el pañuelo, sus saltos de alegría están fuera de control. Abraza al doctor que se recupera del esfuerzo realizado mientras estira la mano para cobrar la paga… Se escucha un horrible grito. El ayudante llora por un espeluznante dolor de muelas que ha comenzado a acosarle.
El momento es aprovechado por el expaciente para escabullirse. El científico se percata y lo persigue, pero nada hay que hacer, huyó. Se regresa triste y llorón, ignora los quejidos de su compañero de labores quien lo interpela. Cuando le van a responder tocan de nuevo a la puerta. Pepe es enviado a abrir con la promesa de ocuparse de su caso inmediatamente después.
Entra un hombre con un brazo en cabestrillo. Cuenta su historia: desde niño se encuentra en esas condiciones. Todo ocurrió porque le levantó la mano a su mamá en el momento del desayuno, pues ella la tenía sobre el dinero que era para su merienda escolar. En la escuela le habían colocado el armatoste que por más de veinte años llevaba consigo y que hasta le había prohibido bañarse. Nadie lo ha podido curar.
Se realizó el mismo procedimiento que al paciente anterior y el resultado fue similar, ¡hasta en el irse sin pagar!
Con un dolor de muelas y un brazo encogido el ayudante sale a recibir a un nuevo clien… lo siento, paciente, quien resulta ser una mujer embarazada (aquí entre nos, la dama en cuestión es feísima y además, viste horrible)… Bueno, ella les cuenta sus aventuras amorosas y no saber cómo fue que le ocurrió aquello que hizo que su vientre se agrandara. Espera que el doctor pueda traerle sano a su bebé antes del tiempo reglamentario, pues quiere recuperar y conservar cuanto antes su hermosa figura. 

1 comentario:

  1. Que tiempos aquellos de compartir, trabajar, pasear y conocer, de hacer, hacer y hacer cosas buenas y bonitas para un pueblo que contaba con muy pocos grupos de teatro que les permitieran disfrutar y compartir de momentos agradables, prácticamente a cambio de nada solo la satisfacción de haber hecho un buen trabajo, el trabajo de Los Alegres Caminantes quedo insertado en la historia donde se formaron buenas amistades que aun con el transcurrir del tiempo nos reunimos, intercambiamos ideas y compartimos buenos momentos

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