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lunes, 22 de noviembre de 2010

EL CIENTÍFICO LOCO (el comentario)

Lo escritos después de estos párrafos es la esencia de El Científico Loco de Los Alegres Caminantes. Fue un cortico teatral entre varios basado en el que nos contó uno de nosotros para incluirlo en nuestro primer Programa Cómico-Musical. Su duración era apenas de diez minutos. Fue rebautizado Le Colo Cofiticien, idea tomada de la comiquita El Monstruo Milton en la que el hacedor de Milton se llamaba Colo Tordoc. En las presentaciones utilizábamos indiferentemente un nombre o el otro. La adaptábamos al ambiente, al público, a las situaciones, al momento. Dos versiones contaban en nuestro repertorio: una con pacientes y la parte dos con mujeres bellas.

Siempre fue un trabajo de equipo. Antes de cada puesta las ideas para mejorarla se dejaban saber. Siempre fueron diferentes una de otra. Varias veces amigos y/o público formaban parte del elenco.
Con la primera parte participamos en un festival de teatro, la llamamos Caraota, Arroz y Manteca. Allí ganamos el tercer lugar. Un crítico observó que abusábamos de las morcillas que en teatro son parlamentos improvisados… pero es que ese era uno de sus secretos: toda la obra se basaba en morcillas. Por eso Pepe y el Doctor podían hablar en cualquier momento de filósofos como un Tal de Mileto o el griego Sóbate, podían comentar alguna carencia o queja del lugar.
En Los Alegres Caminantes descubrimos a los verdaderos Pepe y el Doctor. Dos de los integrantes fueron al mismo tiempo creadores y autocreaciones. Les dieron vida, los convirtieron en seres reales. Rudy Reinoso y Antonio Molina hicieron un trabajo excepcional.

EL CIENTIFICO LOCO (la inspiración), LE COLO COFITICIEN (la puesta) y CARAOTA, ARROZ Y MANTECA (el resultado) (I)

Luciendo una raída bata blanca Pepe barre el laboratorio, una bata sólo un poco raída. Murmura para sí el trato explotador que su jefe le brinda. Se queja de la poca y ninguna paga que recibe por su trabajo. Actúa como un gran justiciero que toma a su patrón y lo castiga severamente… En ese instante hace su entrada el doctor. Lleva puesta una raída bata de baño en seda azul, azul como el cielo despejada de una tarde asoleada, sólo un poco raída. Cavila sobre su último descubrimiento-invento. Da saltos imprevistos que denotan su alegría, cayendo de golpe en su trance de pensamientos en voz alta. Una que otra vez realiza algún movimiento o comentario que nada tienen que ver con lo anterior.
Se observan. Sus miradas se cruzan, dan vueltas como gallos dispuestos a la pelea. Reaccionan y el jefe pregunta al subalterno por lo que murmura, pero este se sacude negando cualquier cosa. El científico se le acerca amenazador y con un gran abrazo baila con él por toda la estancia. Pepe le sigue el ritmo y… ¡zas! se separan.
El bata azul le comenta (en una jerigonza inentendible) sobre algún descubrimiento que hizo y que lo llevó a diseñar su gran invento, el que les proporcionará muy pronto inmensos beneficios económicos, fama universal y muchos premios Nobel. El bata blanca salta de alegría, bailan y… le pregunta que cuánto va a ganar, que si le va pagar lo que le debe. El doctor lo recrimina por su avaricia…
Tocan a la puerta y se escucha a un hombre quejándose. Pepe es instado a abrir a la primera víctima… perdón, cliente… este, bueno sí, paciente… entra un hombre con un gran pañuelo que le cubre la mitad del rostro. Se queja a llanto tendido. Les cuenta sus penurias por el insoportable dolor de muelas que le arranca hasta la burla de los perro nocturnos que con sus aullares le hacen coro. Es llevado por el galeno a una silla que tiene preparada. Le consuela con palabras de esperanza, saca cuenta de las ganancias que obtendrá con el tratamiento a aplicar. Toma la silla, se sienta. Una vez cómodo se percata que quien debe estar en ella es el paciente. Se levanta y de un tirón lo sienta.
Ahora sí, el hombre está sentado no tan cómodo como aparenta. El doctor ordena a Pepe que aplique anestesia y este comienza a llamar a Anastasia. Luego de la reprimenda entre buscar y buscar no consigue nada, se mira los pies, se quita el zapato y lo coloca en la nariz del desdichado quien cae de sopetón. Colocan un casco repleto de luces conectado a un maletín que también luce muchas luces. Giradas las instrucciones pertinentes ocurre un apagón total, el casco y el maletín se encienden de manera intermitente, sonidos electrónicos y mecánicos (y otros) se dejan escuchar. Comienza el doctor un estrambótico baila ritual acompañado de extraños conjuros…
Todo vuelve a la normalidad. El ambiente queda silencioso. El individuo se despierta y se levanta. No da crédito a su sentir. El dolor ha desaparecido. Lanza el pañuelo, sus saltos de alegría están fuera de control. Abraza al doctor que se recupera del esfuerzo realizado mientras estira la mano para cobrar la paga… Se escucha un horrible grito. El ayudante llora por un espeluznante dolor de muelas que ha comenzado a acosarle.
El momento es aprovechado por el expaciente para escabullirse. El científico se percata y lo persigue, pero nada hay que hacer, huyó. Se regresa triste y llorón, ignora los quejidos de su compañero de labores quien lo interpela. Cuando le van a responder tocan de nuevo a la puerta. Pepe es enviado a abrir con la promesa de ocuparse de su caso inmediatamente después.
Entra un hombre con un brazo en cabestrillo. Cuenta su historia: desde niño se encuentra en esas condiciones. Todo ocurrió porque le levantó la mano a su mamá en el momento del desayuno, pues ella la tenía sobre el dinero que era para su merienda escolar. En la escuela le habían colocado el armatoste que por más de veinte años llevaba consigo y que hasta le había prohibido bañarse. Nadie lo ha podido curar.
Se realizó el mismo procedimiento que al paciente anterior y el resultado fue similar, ¡hasta en el irse sin pagar!
Con un dolor de muelas y un brazo encogido el ayudante sale a recibir a un nuevo clien… lo siento, paciente, quien resulta ser una mujer embarazada (aquí entre nos, la dama en cuestión es feísima y además, viste horrible)… Bueno, ella les cuenta sus aventuras amorosas y no saber cómo fue que le ocurrió aquello que hizo que su vientre se agrandara. Espera que el doctor pueda traerle sano a su bebé antes del tiempo reglamentario, pues quiere recuperar y conservar cuanto antes su hermosa figura. 

EL CIENTIFICO LOCO (la inspiración), LE COLO COFITICIEN (la puesta) y CARAOTA, ARROZ Y MANTECA (el resultado) (y II)

El científico ha quedado prendado. Todo son atenciones mientras Pepe sufre. Con extrema delicadeza y tratando de tocarla por aquí, por allá, también por… le coloca el casco a su supuesta conquista. El ambiente se oscurece con un fondo romántico que antes no se había escuchado, pero sí los sonidos descritos. Las luces y la danza no faltaron… Vuelta la calma ya no había embarazo. La mujer se vuelve, reclama a su baby. El doctor dando vueltas y vueltas lo busca. Entonces (no lo encontraron) la dama se volvió hacia el científico y sin medir palabras le torció los ojos, se dio media vuelta y en un batir de nalgas se alejó del consultorio.
El enguayabao trata de alcanzarla, le ruega, camina de rodillas y finalmente le pide casi a gritos que le cancele la consulta… Nada…
Entre tanto Pepe aparece, sumado a sus males, con un abultado y enorme vientre, el llanto incontrolable, la mirada perdida y la escoba entre las manos. Su paso amenazador y lento pone en guardia al doctor que trata de tranquilizarlo. Le ofrece infinidad de remuneraciones y compensaciones. Nada detiene el retroceso del científico, se esconde tras las sillas, tras los cuadros, tras los cables, pero la vista de rayos equis del subalterno lo detectan. Ocurre de pronto un aceleramiento en la persecución y ambos desaparecen de escena. Se enciende el equipo electrónico y muy a lo lejos se escuchan algunos golpes esporádicos, solamente algunos, no hay una masacre, pues ambos personajes continuarán trabajando juntos. Como en aquella ocasión cuando el doctor descubrió lo que él llamó sus ingredientes secretos
Les cuento: tomó una gran paila que viene siendo una olla pequeña. Acompañado de su compañero y sacándolos de cualquier parte echaba en un envase humeante su fórmula secreta. Empezó  con piernarina, siguió con brazorina y así sucesivamente con cararina, ojorina, narizina, orejarina, etc. De manera lenta dio inicio a la mezclación con un gran cucharon que no es otra cosa que un cucharón grande. Un parpadeo de luces, humo, una explosión y brotó de la nada una despampanante mujer. Esta de verdad muy bella y elegante, atractivamente vestida.
Ayudante y jefe se volvieron como locos ante semejante monumento. Pepe quería tocarla, pero el doctor se lo impedía porque esa creación era de él. Luego de dimes, te digo y ruegos el científico accedió a crear una para su ayudante, quien con la propuesta prometía condonarle cualquier deuda de sueldos, salarios, prestaciones, vacaciones y todo aquello que…
De nuevo la mezclasón: rodillarina, cabellerarina, bustorina (en este punto Pepe pidió que se le agregara un poquito más), bellezarina, traserorina (en un descuido de su jefe echó un poquito más). El resultado fue otra hermosa mujer. Nuestros amigos enloquecieron una vez más. El ayudante se dispuso a la toma de posesión, pero fue expropiado. El científico tomó a las dos beldades y abrazándolas se alejo porque iba al cine, a bailar, a comer, a… Pepe quedó solo, lloroso, prometiéndole a su jefe ayudarlo en la faena pronta a realizar.
Desconsolado le vino una gran idea que no es otra cosa que una idea grande: haría una para él solito y muy a su gusto. Ya sabía las instrucciones, conocía los ingredientes, todo era fácil: muslorina, manorina, dedorina… En algún punto de la combinación le surgieron dudas. Escuchó muchas voces que le decían: ¡huesorina! ¡ombligorina! ¡perrarina! ¡harina! ¡gelatina! ¡cortina! ¡musolina! ¡espina! (decidió prescindir de este ingrediente por razones comprensibles) ¡tomatina!... Así continuó hasta que consideró que estaba listo.
Siguió con el baile de curar a los enfermos. Esta vez la oscuridad fue más duradera, el humo más asfixiante, la explosión más fuerte… al volver en sí su ropa estaba más destrozada, su rostro ennegrecido. Una horrible figura con rasgos femeninos estaba frente a él. Ella buscó abrazarlo, lo persiguió hasta que lo alcanzó, lo cargo y lo llevaba a la habitación (se imagina uno por la vía que tomó).
El ayudante se lamentaba, lloraba, llamaba al doctor. La oscuridad, música romántica, grillos, sapos y ranas fueron llenando el ambiente y amortiguando las quejas…

domingo, 19 de septiembre de 2010

A LOS ALEGRES CAMINANTES

Los 70s fueron años de desencanto. Aquella juventud  thermoencéfala que pregonaba el amor  y la paz en los 60s con canciones supradecibélicas que todos odiaban, pero que cantaban todos; esa misma juventud que se vestía con retazos de arco iris mientras dibujaba la geometría sicodélica de la inconformidad bordeando el rostro de  Jesús, cayó vencida por el sistema o desmemoriada por los artilugios del  imperio.
Éramos  casi niños  cuando  sobrevino  la  debacle. Por el amor y la paz iniciamos una batalla tan solo por sobrevivir.
Así que nos cortamos el pelo hasta el mínimo y rompimos con todo lo hippie, pero nunca estuvimos conformes.
Había demasiadas cosas que no parecían estar bien y nos hacíamos interrogantes que parecían molestar al status quo:
¿Era la cultura un privilegio o un factor de identidad?
¿Era la educación una acción libertadora?
¿Por qué se daba tan poco valor al trabajo creador del campesino o del obrero?
¿Por qué…?  Bueno, aunque las cosas no hayan cambiado mucho desde entonces, en  esos días tenían más sentido que ahora.
Lo cierto es que esas inquietudes, para no llamarlas motivaciones, nos hizo pensar, razonar, debatir y compartir las ideas.
Así nacieron los grupos y centros culturales.
Bien.  Un grupo cultural,  ¿para qué?
¿La identidad nacional?  ¿La música y el folklore? ¿El teatro…?
La música y el teatro permiten difundir el mensaje, pero la música popular despertaba demasiada desconfianza  (porque  el rock se perdió en un ataque de locura y la balada se volvió protestataria), y los instrumentos eran caros y difíciles de ejecutar. El teatro era prometedor, pero era una herramienta que no sabíamos manejar.
Había que investigar, estudiar, practicar, buscar, partiendo de nada y sin recursos. Pero,  ¿con que objeto?
Visto así parece un postulado político; y  a pesar de que todo lo social es político, en aquel movimiento no había ningún interés partidista.
Los dirigentes de derecha lo miraban con recelo y ponían todos los obstáculos posibles; los de izquierda criticaban y descalificaban con envidia tratando de pescar en aguas turbias sin resultados. Por supuesto, hubo gente  de uno y otro lado que ayudó resueltamente con honestidad.
En todo caso, no es mi intención a estas alturas develar los principios filosóficos de aquel movimiento sociocultural, aunque los hechos demuestren que teníamos razón.
La mayoría de aquellos grupos culturales adoptaron las danzas tradicionales como herramienta de trabajo; otros,  la música y unos pocos  el teatro. Pero el teatro,  además de lo que ya mencioné, tenía  otras  dificultades: no teníamos infraestructuras, no teníamos actores; la literatura universal ofrecía casi ninguna obra útil para el teatro popular de calle y no existían técnicas  adecuadas para el desempeño de este teatro.
Más aún: el teatro como tal, estaba en manos de élites que no tenían ningún interés de ceder  espacio. Y menos a nada popular por muy noble que fuera.  Pero alguien dijo por ahí (ustedes saben  quién) (*): “Creo en los poderes creadores del pueblo…”
Me encontré con Los Alegres Caminantes (ya no caminaban mucho, pero eran alegres), en un curso que supuestamente debía formarnos como técnicos y animadores (?) para la difusión del teatro popular.
Como ellos andaban buscando lo mismo que yo, me hice alegre caminante  de inmediato.
Creo que Orlando Marquina y Ricardo Vargas hicieron lo mismo que yo.
Hoy, quizá mis palabras provoquen risas, pero  estoy seguro que aquella hermandad comprometida y fiel, fue un terrible dolor de cabeza para un montón de intelectuales y políticos enfermos de total estupidez, incapaces de ver más allá  de la talanquera que suponían, protegía sus intereses.
Vi el trabajo teatral de Los Alegres Caminantes en la escuela “Miguel Antonio Caro”, por primera vez.
En mi opinión aquello no era teatro, etimológicamente hablando: era un juego interactivo entre la improvisación del actor y la complicidad del público asistente.
Pelé los ojos llenos de asombro: ¡Eso era!
No tenía que seguir buscando: ¡Los Alegres Caminantes lo habían inventado!
Sólo había que sistematizar aquella forma de hacer teatro y construir el modelo con la debida seriedad, porque estábamos obligados a romper el paradigma establecido por inútil y reinventar el teatro para los sectores populares.
Los Alegres Caminantes crearon con su trabajo inspirador una escuela en la que nos formamos todos. Con esa piedra fundamental se construyó el paradigma del teatro popular que el grupo Ven Conmigo puso en las calles, en las plazas, en las veredas, en el cielo abierto de toda Venezuela por más de 20 años.
Creo que Alejandro Casona y Josefina Pla, Aquiles Nazoa  y Pirandello, deben estar satisfechos.
Reconocido y por escrito, hermanos. Gracias por tanto camino recorrido.
Mi pueblo todavía tiene mucho que dar…    (Alí Primera).
Ángel Antonio Argüello
Caracas, Venezuela, septiembre 2009
___________________________
(*) Aquiles Nazoa (Nota del autor)

0 - INFORMACIÓN, GRACIAS Y DEDICATORIA



Nos disculpamos, por no haber encontrado el número romano anterior al uno.
INFORMACIÓN: Refugio "Miguel Delgado" a 1.900 metros sobre el nivel del mar en el Pico Naiguatá, Parque Nacional El Ávila. Caracas, Venezuela. La foto original de donde la bajamos para la imagen presentada fue en la dirección de internet
http://www.colegiosanignacio.com.ve/download/cdt_2458.pdf)
Más en:    Windows Live:
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Correos electrónicos:
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Todos los texto, dibujos, imágenes, creación y diseño, así como la recopilación de recuerdos y de fotografías son de Alberto Vásquez.
GRACIAS: Las fotografías, "En el CELCIT" , "En la Stella Matutina" y "Almuerzo de grupos" nos fueron facilitadas por Ángel Antonio Argüello "padre" de la Asociación Juvenil Colinas de Cerro Grande y del Ven Conmigo, grupos con quienes Los Alegres Caminantes compartimos aventuras, trabajos y hazañas. E igualmente por su mensaje "A Los Alegres Caminantes" que inicia este trabajo, el cual nos fue dedicado y que tomamos de otra de nuestras páginas de internet... Bueno, al fin y al cabo era nuestro... Gracias, compañero.
DEDICATORIA: especialmente a LOS ALEGRES CAMINANTES. Y a todos los amigos con quienes compartimos sueños, aventuras, actividades...
CAMINANTE (de Emeterio Márquez)
Tú con la luna, yo con el sol,
juntos haremos un canto de amor.
Caminante, caminante
la vida viene, alegre va,
juntos alegres y fraternidad.
Por allí pasó, por allí viene,
carga muy grande, carga de amor.
Los Alegres Caminantes - Enero 2011

I - INICIO

Se ha querido saber cómo se iniciaron Los Alegres Caminantes, aunque es harto conocido. Narraré los cuentos y contaré la historia como las hemos recordado en amenas tertulias.
Es posible y así es, que se me escapen muchas cosas…
“Tú con la luna, yo con el sol…”
Nuestra gestación fue un poco antes de finales de marzo de 1972 con los preparativos para subir al Pico Naiguatá, Parque Nacional El Ávila, República de Venezuela.
Se construía la autopista Petare-Guarenas… Ocho jóvenes para compartir aventuras.
Jueves 30 de marzo de 1972…
Época de Semana Santa. Amigos y conocidos... ¡Fue espectacular!
Amigos que permanecemos. Amigos ausentes, pero vivos en el recuerdo…
“… juntos haremos un canto…”
Nombres que han venido a mi memoria: sin jerarquías. Nombres escapados… apellidos. Saberlos mantendrá vigente nuestro trabajo. Anécdotas para enriquecerlo.
Cumplimos lo que hizo posible todo lo que realizamos.

II - CUENTOS E HISTORIA

Un camión triste...
Al igual que antes y al igual que después, trabajo en equipo: nos separamos estratégica-mente... cada uno ocupó su lugar...
Fue al comienzo de la noche. El intermedio una veloz carrera, calle y escaleras... Al final con algo de susto celebramos nuestra aventura un poco cansados, pero felices... Pronto se verían los frutos: estaríamos protegidos de las lluvias y de las inclemencias del Sol (mientras estuviésemos debajo). Su peso sólo para los fornidos, aunque cada uno la llevó sobre sus hombros y espalda... La excusa: éramos adolescentes...
La subida era el principio. Un amplio espacio nos escoltaba hasta la cumbre.
Espacio estrecho no peligroso, pero que dejó ingrato recuerdo. Precisamente por ahí, con la obligación de ir uno tras otro y sin opción a desvíos, sufrimos su desahogo flatulento irrespetuoso a compañeros y amigos, a la naturaleza, al aire fresco que hasta ese momento habíamos respirado.
Una de las noches en la montaña. Nuestra primera subida. Momento en que se ocultó el sol. El amigo Eliseo sentado en alguna parte (dicen las malas lenguas que lloraba por su amor dejado en la ciudad). Vino el día y había pasado el guayabo.
Misterios de misterios: se perdió la leche condensada… Finalmente se supo cómo fue a dar hasta el riachuelo. «Makibo» y Roberto dieron a conocer la historia: formaban parte de ella.
Un momento desagradable. Discusión. «Yoryi» y Sutil acompañan a «Gorilón» hasta la mitad del camino, de regreso, solitario, a casa con su morral de una tonelada: Benjamín no continuó con nosotros.
Niños de nuevo. Juegos emocionantes. Corrimos, saltamos, nos lanzamos. ¿La estrategia? Evitar que nos quiten el pañuelo. ¿El fin? Apoderarnos de la bandera contraria. ¿Triunfadores? Todos fuimos felices.
Cargados de equipaje. De nuevo al Naiguatá. Otros compañeros y amigos. «Ñaño», el que podía con todo, el Hércules: - Yo llevo esto… Yo puedo con aquello… Dámelo, aquí cabe… Los primeros pasos en la subida, nuestro Sansón delegando parte de la carga, sus pies se agrietan y le dificultan el ascenso… Cumplió, «Ñaño» al final cumplió. Llegamos a «El Refugio». ¡Alberto, controla a tu Hulk…! ¡Alejandro, estate quieto…! Todos reímos...
Vamos cuesta arriba. Hora del desayuno. El chef prepara con la harina para arepas algo que aprendió en la Isla de Margarita. Todos esperan el resultado… Faltó el desayuno… Por cierto, hubo una comida en donde nuestro chef serviría unos exquisitos espaguetis… de nuevo se pasó de largo la sana alimentación… Bueno, siempre hubo cafecito…
Otra noche. Nos curucutean la comida. Un cuchillo y una mano que vuelan por los aires. Los frena la mesa y el apuntado huye en veloz carrera… Miguel ha fallado el tiro. El ratoncito «Miguel» se salvó… Sí, con sus colores blanco y durazno.
... No lo divulguéis, yo era el chef.
Aquel día, aquel en que «Tony» se nos perdió entre un puente y unos matorrales. Día en que al llamarlo nos respondía desde la oscuridad: - ¡Ya voy que no consigo mis lentes…! Y nos preguntábamos: - ¿Cómo llegaron sus lentes hasta allá? Alguno comentó: - Es que tiene un malestar y buscó donde desahogarse… – Los encontré, los encon… No, no eran los lentes... La mano sobre algo pastoso.
Vamos en camino. Es «Tony» nuestro guía hacía Agua Amarilla. Temprano comenzamos la caminata. Ni un árbol para la sombra… Media mañana, falta poco para la llegada… - Una vez que pasemos esa loma que se ve allá… Casi mediodía, nos falta menos, una vez que pasemos aquella loma… El sol alumbra desde el oeste, una loma más y estaremos en nuestro objetivo… Caminamos un poco, un camión en sentido contrario… Le damos las gracias al conductor por habernos facilitado el regreso.
Una tarde con el placer de la conversación. Intercambio de ideas, comentarios, iniciativa de subir de nuevo a El Ávila… Por allí mismo, sin ir muy lejos, por Macayapa, Frailes de Catia. Un paseo espontáneo sin suministros ni morrales ni siquiera agua. Hasta el amanecer… Contentos les llegó la noche. Les llegó el frío. Les llegó el momento de volver a casa...
El autobús nos lleva a Cagua, Estado Aragua. Por el camino en su arrancada, un pasajero cercano a la puerta trasera desaparece. Dentro del transporte todos gritan: - ¡chofer...! ¡chófer, párate que se cayó uno…! Nuestro compañero de bus se levanta en la lontananza y nos alcanza de nuevo.
Una noche. Amenas charlas a la puerta de donde nos alojamos. Vecinos se acercan a conversar con nosotros. La policía pasa a lo lejos. Vecinos que corren, la patrulla que se detiene y se dirige a nosotros. En tropel hacia el interior de la casa… Desalojados y de regreso a Caracas… Por supuesto, esperamos el amanecer por allá, por fuera, en la lejanía, en una carretera a la espera del autobús… Fue divertido todo… ¡Claro! cuando nos echábamos los cuentos.

III - CUENTOS E HISTORIA


Guaremal… Ya ni me acuerdo donde queda… ¿En Los Teques?
Visita a la abuela de Eliseo… Está bien, no es que la hayamos ido visitar, sino que estuvimos de paseo por allá y nos hospedamos en su casa…
Noche para el descanso. Habíamos ido a los pozos de El Encanto. Cada uno toma un lugar. Casi de repente un olor no deseado impregna todos los espacios. Algunos olfatos se levantan e intentan encontrar la raíz de aquello. Cual sabuesos van de un lugar a otro… ¡Por fin el hallazgo! Multitud de voces llenan el ambiente: ¡Canelón, anda a lavarte los pies!
Ha pasado el peligro, se siente el fresco en las habitaciones… Mas de pronto el escándalo: - ¡Qué yo mato a esa vieja…! Golpes en la puerta. Sobresaltados nos levantamos… Cheo en sueños golpeaba a quien sabe quien… Seamos justos, no recuerdo si era Cheo o era Chicho…
Todos reunidos en la Plaza Bolívar de Guarenas. El nuevo destino, Curupao, La Guairita, por allí cerca.
Noche con "vientos de agua". Un perro que nos roba los alimentos. Roberto que corre tras él… comienza la llovizna. Continúa la lluvia. El río con intenciones de crecer, crece. Un enorme gusano sube por el sendero: vamos cubiertos con "la aventura". Bajo su protección llevamos nuestros pertrechos. Una vieja casa habitada por murciélagos. Nos albergamos cerca en una especie de establo. Cada uno ocupa su lugar… Nos contamos: - uno, dos… falta uno… ¡Canelón! ¡Canelón...! Se ha perdido Canelón... ¿Dónde habrá quedado?... Seguidamente emerge una figura con su enorme sonrisa de una de las bateas donde comen los animales. Una carcajada: - ¡Aquí estoy…!
El río no se desbordó. Volvemos al campamento cuando la luz del sol ilumina.
Otro momento especial. Cada uno en su mundo. «Tello» en una hamaca descansa (¿de qué?). Un rato antes le enseñó al «Zurdo» unos acordes en la guitarra, los cuales está practicando por ahí. Pasan unas horas y nuestro amigo aún con su ¡pam, pam, pam, rampam...! Algunos ya estábamos hasta la... «Tello» alza la cabeza y grita hacia donde se encuentra el novel músico: ¡Coño!, !si no dejas la guitarra te voy a dibujar cinco dedos en la cara...! El «Zurdo» paró en seco su "inédita" melodía para acompañarnos a todos en el coro de risas por la ocurrencia. Esa noche también dormimos con las estrellas cuidándonos.
Cualesquiera noche era buena para los cortos, pero enriquecedores encuentros, para la conversación, para los juegos. Para que nuevos integrantes se integraran. Para hacer nuevos amigos. Juegos en donde todos se esconden y uno tiene que encontrarlos. Juegos en donde una pelota es el enlace entre pierdes o te salvas. Juegos en donde saltar encima de los contrarios que esperan sostener el peso de cada uno es el triunfo o el quedarse para la próxima andanada… en esos momentos también hacíamos planes…
Fue la época de nuestros primeros contactos con la gente (todavía no llegábamos al pueblo).
La Jefatura Civil de la Parroquia Sucre y nuestra amiga Alicia Sojo de García..., una Trabajadora Social que apoyó y creyó en nuestro trabajo. El Ministerio de Sanidad y su Promoción Social con Gladys... quien nos facilitó el local de los primeros ensayos (un anexo al Liceo Miguel Antonio Caro). En él dimos los primeros pasos en el arte.
De puerta en puerta con las entradas para el Gran Espectáculo. Los primeros soportes: El Colegio Agramonte en Altavista, el Retén de Catia, el Liceo Miguel Antonio Caro, todos en Catia. El Hospital de Lídice… Interpretaciones musicales: Miguel, «Tello», Zulay... Declamaciones, Alberto, el «Zurdo». Actuaciones, Rudy, Antonio, Alirio, Ronald, Saudy, Yajaira... Asistencia técnica, todos…
En uno de esos paseos tomando en cuenta lo divertido, lo alegre, lo felices que compartíamos. En uno de esos placenteros recorridos. Unos tras otros silbábamos aquella melodía: Puente sobre el Río Kwait, tema de una película del mismo nombre… A cualquiera de nosotros se le ocurrió decir que éramos alegres caminantes…
En algún un momento se quiso elegir otro nombre, uno más sonoro... pero Los Alegres Caminantes iba en los corazones, formaba parte de nosotros. Nació de una manera sencilla, espontánea. De amigos que un día quisieron divertirse y pasarla bien.
De allí el nombre. Nació en una época en donde Joan Manuel Serrat cantaba “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…” en homenaje a Antonio Machado. En donde el Dueto Criollísimo nos regalaba El Caminante (autoría de José Alfonzo): “Llevo el paso infinito del caminante…”. El rock continuaba su evolución y encontró en nosotros oyentes, bailadores… Como aquella ocasión en la que Miguel y con la ausencia de sus mayores organizamos un matiné. Llegada la hora reacomodar de la casa para permitir que entrara de nuevo la luz, además, también entrarían sus padres.
Otros tiempos vinieron. Nuevas aventuras, nuevos planes. Registros, uniformes. Trabajos para la comunidad… Paseos, actos culturales, instituciones, juegos, reuniones, teatro… Amigos, compañeros... Más Alegres Caminantes…

IV - LA HISTORIA CONTINUÓ

También 1972. En un nuevo mundo nos metimos todos. Queríamos seguir viajando, aventurando... Nos propusimos recolectar algún dinero para financiar esas actividades.
Un espectáculo musical era una buena idea, y muchas ideas lo hicieron posible. Las “venas artísticas” salieron para dar luz a la gente (aún no había para nosotros un pueblo). Cortos actos teatrales, canciones, declamaciones y títeres fue nuestra propuesta. Mas a pesar de las intenciones iniciales, nos fuimos por un costo simbólico de entrada. No contábamos con medios publicitarios (y ni pensar en internet), andando de puerta en puerta por todo el sector ofreciéndolas.
El día pautado logramos un lleno total. Un local con un escenario para unas cien y otro poquito más de personas. Fue en el Colegio Agramonte de Altavista, gentilmente facilitado por su director… Con el “Programa Cómico Musical” había comenzado una nueva etapa para Los Alegres Caminantes…
Repetimos nuestro éxito en el Colegio antes nombrado; en el Liceo Miguel Antonio Caro; en el Hospital Psiquiátrico de Lídice; en el Instituto Nacional de Puericultura "Pastor Oropeza", 23 de Enero; en el eliminado Retén de Los Flores de Catia; en la cancha deportiva del bloque 6 de Pro Patria. Uno de los grandes momentos fue en el Colegio “Claudio Feliciano”, Las Adjuntas, con nuestro Le Colo Cofiticien. Apoyamos grupos en Nuevo Horizonte de Catia, y en Caricuao. Para ese momento contábamos con la valiosa ayuda de dos trabajadoras sociales, una con su oficina en la Jefatura de la Parroquia Sucre: nuestra amiga Alicia Sojo de García, una trabajadora social que apoyó y creyó en nuestro trabajo. El Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y su Promoción Social con Reina de Herrera, también trabajadora social que nos facilito el acceso al local en donde realizamos nuestros ensayos (un anexo al Liceo Miguel Antonio Caro).
A nuestras actividades de creadores agregamos discusiones sobre temas diversos. Seguíamos con los juegos de adolescentes, las diversiones y siempre hubo tiempo. Aunque pocas esas reuniones enriquecieron nuestras personalidades.
No recuerdo como llegaron, pero un representante (David Trejo) de la Secretaria de Promoción Popular, una dependencia de la Presidencia de la República, con sede en San Bernardino, se acercó a nosotros para ofrecernos un camino. Hubo interés y desconfianza, pero accedimos. Conocimos personas interesantes, como los esposos Calvani (Adelita y Arístides) y Erik Méndez Rojas. Con ellos empezamos un teatro más formal: el Cuento de Don Mateo (de Simón Corral), Farsa y Justicia del Señor Corregidor (de Alejandro Casona), Historia de un Número (de Josefina Pla), Las Personas Superiores (de Aquiles Nazoa), y una profesionalización de nuestras obras estelares, las cuales a nuestro cuidado habían crecido desde el principio: el Científico Loco en sus dos versiones. En la Navidad Popular 72 (1972), un festival presentado en el Boulevar Andrés Eloy Blanco, esquina Santa Capilla, dijimos presentes con el Cuento de Don Mateo.
Con la Farsa y Justicia… vivimos una anécdota muy simpática en el Palacio de Miraflores (1973). En la escena donde el Posadero debe entrar gritando: ¡Auxilio! ¡Socorro!, la Guardia de Honor se alertó y los que quedaron por entrar al escenario… bueno, ya se imaginarán el susto…
Participamos en algunos de los tantos primeros festivales de Teatro Popular: Festival de Grupos de Teatro Joven, patrocinado por el Centro Comunal de Catia (1974), 1er. Festival de Teatro Popular Venezolano, zona oeste, patrocinado por Sears (1975) en donde obtuvimos el tercer lugar con El Científico Loco, Le Colo Cofiticien, o como lo llamamos para la ocasión, Caraota, Arroz y Manteca.
También organizamos el Primer Festival de Teatro Popular (1973) junto a la Asociación Juvenil Colinas de Cerro Grande y el Grupo El Ráfaga (festival que consideramos como auténticamente popular y verdaderamente el primero). Un Festival sin premios, un festival de participación como recompensa. Presentaciones en la azotea del Bloque 1 de Pro Patria, en el teatrico de la Asociación Juvenil Colinas de Cerro Grande, en Maitana, en Paracotos, en Aragüita, en la Ciudad Vacacional de Los Caracas, en Biscucuy, en Maracay y en algunos barrios de Caracas.
Estuvimos en la gestación del teatro Negro de Barlovento con su “Confrontación… un trabajo experimental de Teatro creado por Armando Urbina, y patrocinado por la Gobernación del Estado Miranda…”. Colaboramos con el grupo en su obra Malabí-Maticú-Lambí en el III Festival Internacional de Teatro (1975). Fuimos apoyo para algunas estudiantes de la Escuela de Puericultura, Stella Matutina en la Alta Florida, y del Colegio San José muy cerca de allí en el barrio Nuevo Chapellín en Caracas (1975).
Tiempo después (1980) trabajamos en el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral CELCIT que era dirigido para el momento por Luis Molina. La sede que conocimos estaba en San Bernardino, muy cerca de donde antes habíamos trabajado con Promoción Popular. Allí el Grupo Ven Conmigo (descendiente de la Asociación Juvenil Colinas de Cerro Grande), Diego Pérez, su esposa Rosita, Galo (que vino con esta pareja desde el Ecuador) y nosotros, diseñamos y construimos el teatro (escenario, gradas y cantina)…
Iniciamos una idea que finalmente quedó sólo en algunas fotografías: Farsa y Justicia del Señor Corregidor, pero en formato diapositivas. Era una manera de ampliar nuestros horizontes.
Tuvimos la libertad de expresarnos como quisimos. No había limitaciones, salvo las del respeto a los demás. Uno de nuestros nortes en esta etapa fue hacer florecer sonrisas en nuestra gente. Muchas las experiencias, las vivencias y los aprendizajes que en el momento preciso ahí estuvimos compartiendo.
Lo aprendido nos permite ser lo que somos. Y a eso –gracias- algunos recorremos aún los caminos del arte y la labor social.

sábado, 18 de septiembre de 2010

V - INTERZONALIDAD

Los Alegres Caminantes de Altavista en la Catia de nuestro pueblo (Caracas), no representamos a un lugar específico. Cierto que los primeros pasos fueron realizados en y a partir de allí (de donde éramos los iniciadores), aunque no en un ciento por ciento: Canelón residía en Los Frailes (otro barrio al lado del nuestro). Así comenzó la interzonalidad.
A medida que más compañeros se unían al grupo más interbarriados nos hacíamos: Antonio y Cheo también de Los Frailes, Alirio de Las Lomas de Urdaneta, Rudy de Propatria, Ronald del 23 de Enero. Algunos al mudarse ampliaban ese interparroquialidad: Miguel a San Agustín del Sur, Cheo y Canelón a Los Teques, Antonio y Makibo a Guarenas, Tello y Rudy a Las Adjuntas… También los amigos éramos más.
Los Alegres Caminantes fuimos una realidad hoy hecha un sueño en el descanso. Distantes encuentros en donde compartimos recuerdos y cervezas para luego tomar derroteros hacia nuestra ahora cotidianidad. Uno que otro comentario incitando al hacer, pero vano humo de antiguas y ya dejadas fogatas… ni aún los recuerdos queremos grabar en las piedras… salvo alguna espontánea iniciativa.
Visto así, Los Alegres Caminantes viviremos por siempre en los recuerdos de los que siempre los traemos a nuestro presente, aunque sea de manera virtual y por el tiempo que ha de ser.