Los fines de semana unos cuantos
miembros del grupo nos reuníamos en las noches para asistir a fiestas en el
sector Altavista , pero dada la “interzonalidad”, al terminar las fiestas a
horas de la madrugada, nos era muy difícil retirarnos a nuestras casas, y como
solución Alberto nos permitía que fuéramos a dormir a su casa. Pero no siempre
Alberto asistía con nosotros a esas fiestas, entonces, en estos casos
terminábamos por ser ingeniosos para llamarlo y que nos abriera la puerta. En
algunos casos nos encaramábamos por una reja en la ventana de la sala
principal, creyendo que sus padres no se darían cuenta. El problema era que al
levantarnos en la mañana y querer irnos no deseábamos que se dieran cuenta que
habíamos pasado la noche allí. Pero la madre de Alberto que “se las sabía todas
más dos” nos estaba esperando para darnos un regaño por montarnos por la reja y
para darnos una taza de humeante café.
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